Hay que saber diferenciar entre amigos y conocidos.
Conocidos tengo bastantes, de vez en cuando los veo, me echo unas risas con ellos y aunque paso un buen rato soy consciente de que son relaciones superficiales.
Si piensas en las palabras RELACIÓN SUPERFICIAL, éstas dejan claro qué tipo de relación es.
Es la relación en la que sólo ves la superficie, lo que la otra persona te deja ver. No ves lo que hay debajo de esa fina y a veces gruesa capa, puede ser porque no te interese saber lo que se esconde debajo o porque la otra persona es la que no tiene el interés en mostrarlo o también puede ser porque simplemente jamás se da el caso para ello.
De todos modos, siempre puede existir el momento mágico en el que un conocido se convierte en amigo.
A mis amigos los puedo contar con los dedos de mis manos. Pero son tan importantes para mí como eso, como los dedos de mis manos.
Con un amigo no finges. Con un amigo muestras la superficie pero te acabas pelando capa a capa como una cebolla. Conoces sus virtudes y también sus debilidades, y practicas con él el gran arte de no juzgar.
Puedes pasarte meses sin verlo, pero cuando lo haces todo está conforme lo dejaste.
Estás sentado frente a él y sabes realmente a quién tienes sentado delante, no es una caricatura, no es una máscara, no es una sombra difusa.
Anoche cené con mis amigas. Hemos tomado la costumbre de reunirnos una vez al mes, cada vez en casa de una.
Esos encuentros te hacen bien, te recargan las pilas y te sientes feliz viendo que tras años de amistad estás con ellas hablando de lo divino y lo mundano en una terraza pasando frío tomando champán a la luz de una vela.
